Integración para unos ya reconocida con anterioridad como posibilidad, aunque en el marco de la ONU y con acuerdo entre las partes, por el expresidente Jose Luis Rodríguez Zapatero en 2007 y que, para otros, a pesar de lo apuntado, no está para nada en consonancia con el programa político (2019) del actual presidente Pedro Sánchez, que habla de “respetar el principio de autodeterminación del pueblo saharaui”
Palabras de ahora relativas a la integración autonómica de los saharauis en Marruecos que, en principio, no aseguran nada (no se sabe si hay algún acuerdo respecto a Ceuta y Melilla, control de inmigrantes, colaboración antiterrorista, aseguramiento de relaciones en el sector energético, en el comercial y en el pesquero…) ya que, según el decir de la ONU, que rechaza la actual postura española, el conflicto del Sáhara se ha de resolver mediante un proceso político bajo sus pautas, apuntadas en su resolución 2602 (2021).
Palabras españolas que nos sacan de la crisis con Marruecos, exacerbada en 2021 por el caso del presidente de la RASD, Brahim Ghali, que puede ser sustituida por una nueva con Argelia, junto a aquellos que apoyan a dicho país y a los saharauis, con el añadido de una posible crisis interna (gubernamental y política). Desde la diplomacia pragmática se habla pues de crisis resuelta y de posible crisis sustitutiva. Sin embargo, la lógica protesta saharaui, ahora en guerra activa y silenciada contra Marruecos, ni se tiene en cuenta.
Así, a la vista de la nueva posición gubernamental española sobre el Sáhara, en acuerdo con la tesis marroquí, y que no se habla de los saharauis y mucho menos se les pregunta su opinión, cabe preguntarse ¿de dónde vienen y quiénes son los saharauis? ¿qué son para España? y, como complemento ¿cuál es el pensamiento saharaui al respecto?
Para responder a la primera pregunta es de interés dar un repaso breve a su origen histórico como pueblo.
España y el Sáhara, una perspectiva histórica
Desde el siglo XV el territorio del Sáhara español estaba integrado en un espacio pan tribal conocido como la Trab el-Bidán (tierra de los blancos en su traducción literal del árabe hassaniya). Territorio de nomadeo definido por los saharauis como Dawlat Abadia, con una geografía reconocida como Jat al-Jaof o Frontera del Miedo, que, dada su proximidad a las islas Canarias y a la riqueza pesquera de su costa, siempre tuvo para España un fuerte interés estratégico y comercial.
Territorio que estaba limitado al norte por el Wad el-Dra (al sur de Marruecos), pasando luego por la Hamada de Tinduf en Argelia (el hogar ahora de los refugiados saharauis expulsados por Marruecos de su territorio, el antiguo Sáhara español), la zona tuareg del Azawwad en Mali, el rio Níger al sur, zona de Tombuctú, el río Senegal, y al oeste, el océano Atlántico.
Un espacio geográfico integrado, tras el reparto colonial en 1884, por la antigua provincia del Sáhara español, Mauritania, parte del norte de Mali, el extremo sur de Marruecos y la parte oeste de Argelia.
Un espacio que constituyó, desde atrás en el tiempo, una unidad histórica, lingüística (hassaniya), étnica (bereber unida a los árabes que ocuparon el norte de África), sociocultural y religiosa, pero no política, por otro lado, difícil de construir en una sociedad nómada; tan solo hubo unos emiratos al sur, rivales entre sí, establecidos, en el siglo XVII, por agrupación de tribus para comercializar con los franceses la goma arábiga extraída de una acacia común en el territorio que los saharauis denominan talha.
Un espacio vacío de europeos y de otros pueblos africanos, por lo tanto, sin propiedad sobre el mismo por parte de aquellos. Espacio que tuvo una larga tradición de contactos entre sus habitantes y los navegantes de los reinos de Castilla y Portugal que buscaban fortuna en el mismo.
Así estos, construyeron durante el siglo XV, tras pactos con los notables de la zona, bastiones de pequeño y mediano tamaño en la costa y en alguna de las rutas caravaneras al objeto de que les sirvieran de base para sus factorías e incursiones exploratorias comerciales al interior. Bastiones que, en más de una ocasión, fueron destruidos por los nativos y reconstruidos por los colonos una y otra vez.
Se trataba pues de alcanzar una comercialización de productos (oro, marfil…) de forma más rápida y eficaz por la vía marítima que por las rutas caravaneras del interior hacia el norte de África. Objetivo al que se sumó aquel de alcanzar, para facilitar lo anterior, la sumisión de las tribus mediante la firma de acuerdos o tratados. Acuerdos que no serían establecidos más que con algunas tribus y nunca con su totalidad. Objetivos españoles dificultados por la acción portuguesa que propició el levantamiento de algunas tribus contra los españoles (los «cristianos»).
Situación pues, de tira y afloja, con portugueses, grupos tribales e incluso con ingleses hasta que, a mediados del siglo XIX, tras la Paz de Tetuán con Marruecos (1860) posterior a la Guerra de África, el sultán reconoció los derechos históricos de España sobre el enclave de Santa Cruz de la Mar Pequeña, permitiendo de nuevo un asentamiento seguro que apoyara la pesca y el comercio; enclave que habiendo desaparecido se situó más adelante en Ifni.
Observemos que, en aquellos momentos, se hablaba de derechos históricos sin contar para nada con el pueblo Bidán, pueblo sobre el que el sultán de Marruecos decía tener poder de decisión.
En 1885, tras la Conferencia de Berlín las potencias occidentales se repartieron el continente africano. Momento en el que, la mayor parte de los europeos despreciaban a los indígenas por su cultura inferior y buscaban su sometimiento para el desarrollo de sus actividades comerciales con apoyo de sus sociedades geográficas y sus fuerzas militares. Momento pues de la ocupación colonial.
Por su parte, España reclamó en 1884 la propiedad de las factorías establecidas en su día en varios puntos de la costa, pero para ampliar el territorio hacia el interior buscando así cerrar el paso de los franceses desde Senegal hacia el norte, y para ello organizó dos expediciones, culminando la segunda (Cervera y Quiroga) con un acuerdo con las más importantes tribus del Sáhara (Erguibat, Arosien, Ulad Delin, Ulad Bu Sbaa, entre otras) para que aceptaran la soberanía española. Sin embargo, no fue hasta 1934 cuando España tuvo el control de la zona del Sáhara Occidental que se convertiría en la Provincia española del Sáhara.
Acercándonos a la actualidad, en 1967 nace la OALS (Organización Árabe de Liberación del Sáhara), o MLS (Movimiento de Liberación del Sáhara), y el MOREHOB (Movimiento Revolucionario de los «Hombres Azules»), más tarde promarroquí y disuelto.
Es decir, nace la idea de la liberación del Sáhara de España, idea que sería apoyada ya en 1970 por los países del entorno, cada uno con sus intereses (Marruecos, Argelia y Mauritania) y por el pueblo saharaui en su primera manifestación (junio) en el Aaiún reclamando su independencia (fracaso para España por su respuesta violenta).
Ya en 1973 nace el Frente POLISARIO (Frente para la Liberación de la Saguia el Hamra y Río de Oro) con lo que todo lo concerniente al Sáhara pasó a ser «materia reservada» para el Gobierno español, al tiempo que, reconociendo que el pueblo saharaui era el único dueño de su destino, se trataba de promulgar un estatuto de autonomía. No obstante, en 1974 comenzaron los primeros encuentros armados entre el POLISARIO, que seguían una estrategia de guerra de guerrillas, y el Ejército español, y surge la idea de la creación de la RASD (República Árabe Socialista Democrática) a pesar de que buena parte de la población saharaui quería seguir unida a España.
Ante esta situación, España, en 1974, trató de efectuar una propaganda positiva sobre la acción española, tal vez como reacción a la actitud independentista del POLISARIO; propaganda que desarrolló en la base los siguientes puntos:
- Existencia de una organización administrativa como provincia, con dos ciudades importantes en la costa: la capital en el Aaiún (unos 15 000 habitantes) y Villa Cisneros (hoy Dahla, con unos 5000) al sur.
- Establecimiento de centros de estudios de enseñanza secundaria (dos centros), de primaria (105 escuelas) y laborales (dos escuelas).
- Prensa: Semanario “Sáhara”, emisoras radio (dos) y repetidor TV.
- Mejora de pozos tradicionales y apertura de otros nuevos.
- Dos hospitales y gran cantidad de dispensarios.
- Carreteras asfaltadas, pistas nuevas, puertos.
- Aeropuertos (dos fundamentales: Aaiún y Villa Cisneros) y campos de aterrizaje.
- Construcción de viviendas (de 1965 a 1969 se construyeron 3588).
- Mejoras en agricultura y ganadería (posible a pesar de las dificultades climática y de suelo gracias a los nuevos pozos).
- Industria, comercio, minería (destacan los fosfatos de Bucrá).
- Acción social y turismo creciente.
- Para todo ello solo en 1971 se gastaron cerca de 1000 millones de pesetas.
Al tiempo, se buscó viabilizar el derecho de los saharauis a la autodeterminación, dando un mayor poder de decisión a la Yemaa (reunión de ancianos y lideres saharauis escogidos), declarando que se celebraría un referéndum bajo los auspicios de la ONU en los seis primeros meses de 1975 (momento de inicio de las maniobras en oposición de Marruecos, que ya nunca dejaría de plantear, para estorbar dicha consulta).
Es el momento en el que los EEUU y la ONU se preguntan sobre los lazos jurídicos de Marruecos con el territorio del Sáhara y si los saharauis eran un pueblo libre antes de la llegada de los españoles. Respuestas contrarias a las alegaciones de Marruecos que pretendía que el territorio le pertenecía históricamente alegando que las tribus saharauis estaban sujetas al sultán, lo que no era verdad.
Asimismo, fue el momento en el que Marruecos crea el FLU (Frente de Liberación y Unidad) que combatió tanto la las fuerzas armadas españolas como a los saharauis, frente que desapareció posteriormente el mismo año. Fue también el momento en el que España creó el PUNS (Partido de Unión Nacional Saharaui) con la idea de contrarrestar al POLISARIO, abogando por la independencia, pero manteniendo lazos con España (partido que desapareció tras la fuga a Marruecos de su secretario general).
Y llegamos a la nueva estrategia de Hasán II, quien manipulando a su favor el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia, inicia en noviembre de 1975 la Marcha Verde con el objetivo de invadir «pacíficamente» el territorio del Sáhara, que consideraba propio, con el resultado que conocemos tras las negociaciones entre España y Marruecos: detención de la Marcha Verde a cambio del abandono del territorio y la cesión de su administración, acordándose el 14 de noviembre (Declaración de Madrid) que se establecería una administración tripartita en la que España participaría hasta el 28 de febrero de 1976. Hay que tener en cuenta que el contexto en el que se desarrolló tal acontecimiento fue de debilidad española: existía un vacío de poder ante la inminente muerte de Franco que fue aprovechado por Marruecos para invadir el Sáhara.
A partir de entonces se aplicaría la Ley de Descolonización del Sáhara, «desprovincializando» el territorio (se dijo entonces que “el Sáhara era de España, pero no era España”, lo que se hizo efectivo con la retirada de las fuerzas armadas españolas y la ocupación ilegal por parte de Marruecos y Mauritania (país este que ante la presión bélica por parte del POLISARIO abandonó los territorios que había ocupado; territorios que fueron invadidos de inmediato por Marruecos).
Este es el momento para los saharauis de la primera traición de España.
La guerra de liberación del Frente POLISARIO continuó con Marruecos hasta que se produjo un alto el fuego bajo la promesa de un referéndum de autodeterminación (referéndum no realizado aún por los constantes problemas planteados por Marruecos en cuanto al censo de los votantes: quieren que se contabilicen, amén de los saharauis, los colonos, marroquíes de los territorios ocupados.
Resultado: el Sáhara ocupado dividido por varios muros de defensa, un territorio sahariano al este de aquellos, controlado por el POLISARIO, una misión de interposición, la MINURSO, para garantizar el alto el fuego y unos saharauis, desde hace algo más de cuarenta años, dispersos por el mundo (fundamentalmente en países latinoamericanos y africanos), otros en los territorios ocupados por Marruecos y otros en el campo de refugiados en Tinduf (Argelia), desde donde ejerce su soberanía la RASD, reconocida por unos 80 países (no por España) que aceptan su nacionalidad, amén de formar parte de la Unidad Africana (UA) como miembro de pleno derecho.
Volviendo al tema que nos ocupa, sabiendo ya de dónde vienen y quiénes son los saharauis, se ha de conocer cuál es su situación actual, respondiendo a la segunda pregunta.
¿Qué son los saharauis para España?
En primer lugar, nos encontramos con un pueblo, el saharaui, al que se le ha robado su patria siendo obligado a vivir fuera de la misma. Un pueblo con soberanía propia de origen, que, como posesión española, fue colonizado mediante acuerdos con España, que paso a ser considerado a todos los efectos provincia española desde 1958 a 1976, y que más tarde busco su descolonización e independencia con la intención de crear la RASD con el esfuerzo bélico del POLISARIO.
Que fueron pues españoles no hay ninguna duda: todos los saharauis vivieron unas políticas de provincialización con equiparación con la población metropolitana, pudiendo participar en las Cortes franquistas y ser funcionarios de la administración. Al tiempo recibieron durante la presencia española un carnet de identidad español bilingüe (en principio rojo, luego azul), así como pasaporte español, partidas de nacimiento, actas de matrimonio, libro de familia, documentación escolar…; los vehículos matriculados en el Sáhara pertenecían a la provincia SH, con numeración propia similar al resto de las provincias españolas; y, asimismo, contaban con sellos de correos propios de tal provincia; y la bandera de España ondeaba en todas las instituciones.
Sin embargo, con el abandono del Sáhara por parte de España, la perdida de la nacionalidad española y los derechos consecuentes, sin patria por ocupación marroquí y frenada, en aquellos momentos, la acción armada contra Marruecos para recuperar sus territorios, la estrategia saharaui, convertidos en inmigrantes, se ha centrado en los últimos años en la búsqueda continua (por vía diplomática) del reconocimiento por el mayor numero de países de su existencia como pueblo constituido en República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Saharauis que no pretenden ser, bajo ningún concepto, ni españoles (españoles peninsulares o españoles nativos), ni argelinos, ni marroquíes, ya que solo quieren ser saharauis por derecho soberano, y que, en la actualidad, no son otra cosa que apátridas por no poseer nacionalidad alguna (ni española, ni marroquí, ni argelina) y que continuarán siéndolo hasta que puedan alcanzar su propia nacionalidad a través de la creación de un Estado en el territorio que fue ocupado por Marruecos, lo que solo será posible tras el desarrollo de un referéndum de autodeterminación.
No obstante, hasta hace poco, España no los reconocía como tales siendo su situación concreta la siguiente:
- Por un lado. los nacionalizados españoles por «origen» tras demostrar que durante su niñez fueron españoles o eran descendientes de quienes lo fueron hasta 1975, año en el que España abandonó el Sáhara. Son aquellos que han podido presentar documentos oficiales de cuando el Sáhara era español.
- Por otro los nacionalizados españoles por «residencia» con una exigencia hasta el momento de diez años (previsto que pueda cambiar a dos). Muchos llegan con pasaporte de los países que reconocen la RASD.
- Por último, los acogidos al estatuto de apátridas desde el 2000, en crecimiento desde el 2013; derecho a tal solicitud en la base de que los saharauis han creado libremente su propio Estado desde su nacionalidad saharaui. Situación que conlleva la residencia legal en territorio español, el derecho de reagrupamiento familiar y la obtención de un pasaporte con el que poder moverse libremente por Europa y otros países
De todas formas, hay que tener en cuenta que los saharauis no pueden ser tomados como grupo de inmigrantes con documentos como lo son los marroquís, los argelinos u otros (con patria de origen), que nunca han constituido un grupo numeroso en Europa, que no son muchos los venidos a España (en 2012 se consideraba que vivían unos 10 000, principalmente en Andalucía, Cataluña, Extremadura, las islas Canarias, Murcia, País Vasco y Valencia), que el Sáhara Occidental, su «casa robada», no soporta mucha población y que una parte de la misma se encuentra «controlada» en los territorios ocupados, otra en los campamentos de Tinduf en Argelia y otra en diáspora en otros países del mundo (por lo que a una generación de «viejos guerreros» se suma aquella de los nacidos fuera de sus territorios); razones todas por la que el establecimiento de saharauis en España no debería ser considerado un problema.
Saharauis que tampoco son marroquíes, ni quieren serlo (salvo algunos promarroquíes, que sí los hay), ya que, por razones históricas, los saharauis, no dependieron nunca de Marruecos; nacionalidad que no se les puede, por tanto, imponer y menos por las armas.
Tampoco son argelinos, como vino a concluir la Audiencia Nacional, en la base de que los saharauis son refugiados en Argelia disponiendo de pasaporte oficial argelino (pasaportes que son expedidos únicamente por motivos humanitarios).
Bajo estos condicionantes, y ante su situación actual, el problema, ya antiguo, de su autodeterminación, nada peligroso para Europa en comparación con la posibilidad del paso de grupos terroristas yihadistas entre los inmigrantes norteafricanos (problema más inmediato), se ha dejado, a pesar de algunos intentos aparentes, sin resolución.
No obstante, el anhelo de la independencia nacional, escapando a la presión obsesiva de Marruecos en la construcción del Gran Marruecos, está siempre presente, como objetivo esencial de la RASD y del Frente POLISARIO manteniendo con él su identidad como pueblo al tiempo que promueve la atención externa hacia la causa saharaui. Objetivo, elemento motivador de toda su actividad, tanto de hombres como de mujeres, que los mantiene siempre visibles allí donde se asientan; acción basada principalmente en manifestaciones culturales de todo tipo. En España preferentemente, a través de su presencia pública, con asociaciones propias (Poemario Saharaui, Generación de la Amistad Saharaui, AMSE…, entre otras), con su integración en diversas asociaciones civiles, con el desarrollo de eventos en los campos de refugiados de carácter internacional (FiSáhara, Maratón del Sáhara, …), con su presencia en internet, en los medios de comunicación, etc.
Conjunto de actividades que no les hace destacar como musulmanes (son sunnitas de rito malekí) con lo que, cara a la sociedad, pasan desapercibidos en tal contexto, sin provocar el rechazo o el miedo que producen otros inmigrantes musulmanes.
Por último, a modo de conclusión, se ha de responder a la tercera pregunta.
¿Cuál es el pensamiento saharaui al respecto?
En principio se han de tener en cuenta los aspectos positivos que el pueblo saharaui recibió de su relación con España:
- Sin lugar a dudas la historia de la colonización española en el Sáhara Occidental potenció a los saharauis como pueblo ante el derecho internacional, como diferente y separado de Marruecos. Acentuó su identidad como pueblo afro-árabe-senhaya con fuertes vínculos históricos con la familia hispana.
- Ante el problema de descolonización y la ocupación marroquí de parte del territorio, la lengua y la historia del Sáhara Occidental como excolonia española acercaron a los saharauis y su lucha a la familia hispana en Latinoamérica y su causa fue bien abrazada y apoyada en este continente.
- La lengua de Cervantes, que los saharauis han heredado y la incorporaron como un factor más a su identidad, les diferencia de otros países árabes. Es uno de los mejores legados que les dejó la metrópoli. Los saharauis han sabido usarla como lengua franca de resistencia y de proyección hacia el mundo hispano en general, mientras Marruecos les hostiga con la política de la francofonía y persigue el español que los saharauis hablan en los territorios ocupados.
- La convivencia durante casi un siglo entre los pueblos de España y los saharauis es uno de los lazos que hoy en día sigue vivo en lo social y en lo político manteniendo viva la lucha de los saharauis en cada comarca del Estado español, pese a la postura tambaleante de los gobiernos de turno en España, ya sean de derecha como de izquierda.
Y, asimismo, como contraste, los aspectos negativos de la misma:
Durante el dominio colonial había muchas diferencias en las condiciones económicas entre los saharauis y los españoles. Ejemplo: rangos en la jerarquía militar, ningún saharaui podía ascender a grado de capitán; se dificultaba el acceso a los puestos en la administración general; abismal diferencia en los salarios en todos los ámbitos del trabajo; dificultad en el acceso a las universidades y en estudiar ciertas carreras que estaban vetadas para los saharauis –como periodismo–, las academias militares, acceso a las universidades árabes, entre otras.
Puntos de vista que enmarcan la última pregunta sobre el pensamiento saharaui actual:
Puede que los saharauis tengan opiniones diferentes al respecto, pero en lo general predomina que España hizo cosas negativas y positivas, como respetar las tradiciones y la religión practicada entre los saharauis.
Sin embargo, su traición al no aplicar el principio de la descolonización entregando el territorio a Marruecos, y la idea de mantenerse en una neutralidad activa, les seguirá persiguiendo como una mancha en su historia. Mancha ahora ampliada con la salida de la citada neutralidad al reconocer que la posible integración saharahui, como autonomía, en el Reino de Marruecos, posición que, cediendo al chantaje marroquí, es considerada una segunda traición.
Según los saharauis, los diferentes gobiernos españoles han tenido una postura, a pesar de las apariencias, más cercana a Marruecos, no ejerciendo sus obligaciones como potencia administradora del territorio, posición que le corresponde según el departamento jurídico de Naciones Unidas. Un hecho que los saharauis condenan y llevan vivo en su memoria colectiva.
Asimismo, consideran que España, escuchando a la mayoría de su población que reconoce como justa la causa saharaui, debería apoyar decididamente la celebración de un referéndum para poner fin a la penosa situación del pueblo saharaui.
Y mientras tanto, crece la desesperanza saharaui ante la ausencia de una voluntad internacional real para solucionar el conflicto.
A este respecto no existen divisiones internas: todos los saharauis están unidos y organizados en torno a sus únicos y legítimos representantes, el Frente Polisario y la República Saharaui, reconocidos por la ONU y por la Unión Africana y Latinoamérica.
Así, respondidas las cuestiones planteadas, ante tantas opiniones, la sorpresa se acentúa con la falta de consideración hacia el pueblo saharaui al que se le olvida y al que no se consulta sobre lo que piensa de su futuro.
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